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lunes, agosto 23

Y deje de creer en Papa Noel

Risueña, una palabra antes desconocida y carente de significado para mí, era una descripción que siempre estaba en boca de mis maestros para describirme; actualmente no creo que hayan estado tan errados al llamarme de esa forma.
En mi infancia descubrí lo que era formar parte de las estadísticas, el tener que usar un uniforme como los demás, y también el agregarle accesorios a ese mismo uniforme para separarme del resto, claro está que en mi mente inocente no había indicios de individualismo sólo lo hacía porque era “bonito”, que no complicado resultaba pensar así.

También me choqué con barreras que no hacían más que crecer con el paso de los años; si me caía sangraba, si lloraba recibiría algo a cambio, no era tan complicado de comprender, incluso para esa edad sólo debía saber jugar mis cartas, mi inocencia no era sinónimo de estupidez; salvo solamente en un punto, podía creer hasta casi mi séptimo cumpleaños, que Papa Noel me daría un regalo endeudado años atrás, tres años atrás para ser exactos.

Cada navidad surgía devotamente mi pedido, mi tan anhelado deseo, libre de interés material, colmado únicamente de un deseo infantil: mi regalo esperado. Pero los años pasaban, rápidamente, cosa de la que era inconciente puesto que un niño no entiende del espacio y tiempo.

Mi tan inocente pedido esbozaba aflicción en rostros ajenos; indiferencia en algunos, tristeza en otros, e incluso, una simple compasión que acompañaba a un cambio de tema o una respuesta condescendiente.

“Por favor, por favor, quiero que mi papá vuelva conmigo el próximo año” cuando dolor puede ocasionar una frase como está, y acompañar a la impotencia de personas sin culpa; como el deseo de superación puede transformar lazos que deberían ser íntimos y fraternos, en superficiales saludos y despedidas, favores y demandas; los años seguirán su curso, creando y destruyendo paredes, entre un “hola”, “gracias” y “adiós”.
No puedo justificar mi tan grande ignorancia rodeada de deseos infantiles, sólo puedo decir que la decepción me llevó a dejar de creer en Papa Noel.

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