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martes, diciembre 28

Una vez conocí a la muerte (borrador)

Despierto en la inmensidad de una habitación vacía, observo un techo desconocido. Me alejo en mi desconcierto. Camino, y camino más. Creo verte a la distancia, apresuro mi marcha para acercarme a ti; me pregunto si te confundo y eres producto de quiméricas ilusiones producidas por mi desorientación, pero no es lo importante, después de todo el ahora terminará por encontrarme y veré la felicidad que me trae tu presencia.

Lo compruebo en mi entre abrir y cerrar de ojos, eres tú. Casi inmediatamente me apresuro a alcanzarte, ansiosa por un "futuro", o mi solución del mismo:

- Por favor, toma mi mano - Una a una, pequeñas gotas de lágrimas comienzan a recorrer mi rostro - Condúceme por los laberintos infinitos de los que está formado el mundo - Pero en tu silencio me ignoras - ¿Y esa es tu respuesta? - Nuevamente te acompaña el silencio.

Te observo detenidamente, manos, torso, rostro; nada ha cambiado en ti, en el exterior ciertamente, cualquiera puede decirlo; es inevitable cuando alguno de nosotros te conoce por primera vez, olvidar los pequeños razgos que te definen... nos resultan inborrables. - Me alegra saber que soy de aquellos pocos vivos capaz de notar el casi imperceptible cambio en tus ojos - Volteas a verme, sin cambiar tu expresión - Puedo ver como tus ojos se opacan cada vez más con el tiempo - Te acercas a mí, tu brazo coge el mío con delicadeza, pero con miedo, como si fuera a quebrarme cual frágil cristal, casi como si no quisieras tocarme.

Tus ojos no contactan con los míos, no es necesario - ... Lo entiendo - Tus ojos finalmente voltean para ver a los míos, igual como lo hicieron hace 10 años - Gracias viejo conocido, gracias por venir tan puntualmente a nuestro segundo y último encuentro. Gracias por tu paciencia obligatoria - Por fin, sujetas firmemente mi brazo, como un guía complacido de enseñarme un lugar como ningún otro. Al verte a mi lado me atrevo a decirte, con algo de ilusión: ... Sabes, hoy tuve mi segundo encuentro con la muerte.

El odio es más fácil

Quién afirma los amores, si no fue un encuentro, mas sí un tropiezo, de aquellos que sólo reniegas y no celebras, fugaces e irrelevantes.

viernes, diciembre 17

Pasos

Pasos pequeños con sumo cuidado son los que doy, por miedo a tropezar y caer nuevamente, como de vez en cuando lo hago. Miedo a las nuevas cicatrices, raspones y moretones.

Dejé de andar en bicibleta por los numerosos baches en los que tropecé. Dejé de usar patines por las curvas peligrosas que no vi venir. Dejé de pensar en conducir por preocuparme de futuros semáforos en rojo, mi impaciencia y un tentador acelerador. Dejé de pensar en el pasado por los recuerdos inconstantes en mi vida. Dejé de querer encontrar el amor perfecto por ser una búsqueda inútil en este mundo imperfecto. Dejé de querer ser simplemente "yo" por querer ser alguien mejor.

Y, también, dejé de buscar en lo material la satisfacción personal; dejé de querer volver a tener seis años, cuando concibía en mi mente la existencia de un Papa Noel, acompañado de su gran bolsa de regalos inesperados pero deseados.

Pasos pequeños, y sin embargo, firmes; me trajeron a mi actual "yo"; pensar en lo que sigue después de tantas metas realizadas y sueños cumplidos de a pocos, al igual que mis pasos, trae un gran anhelo por el futuro.

martes, diciembre 14

Viernes - II

Un cambio de condiciones, con recuerdos de unas pocas veces, y he aquí el romanticismo de odiarte porque lo absurdo nos distrajo,siendo actuales e indiferentes pasajeros, sí, pasajeros, que no comparten una vida, mas sí un recuerdo olvidado por su carencia de importancia.

Cenizas y polvo, caen de apocos en el frío concret.

Viernes

Soy el diario de tus actos rutinarios, aquel que abres cuando recuerdas, en esos vaivenes de tus pensamientos, cuando recuerdas que esta ahí, tirado y sin abrir. Acercando tus ganas de escribir a un deber mas no a un querer, sin importar la relevancia de aquello que con tu mano escribes, sin pequeñas intenciones de "un algo más".

Tu "Él"

Algunos pensamientos de realidad fundidos con la basta inocencia que los contiene, ojos que vuelan hacia mí cada vez que pueden, claro está, cuando les es permitido mirar a alguien más que a él. Raptor de tus primeras veces, causante de toda la envidia humana que en mí poseo.
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